jueves, 3 de junio de 2010

Celos de Cesare pavese





Uno se sienta de frente y se vacía los primeros vasos
Lentamente, contemplando fijamente al rival con adversa mirada.
Después se espera el borboteo del vino, Se mira al vacío, bromeando. Si tiemblan al rival. Hay que esforzarse para no beber de un trago y embriagarse de golpe.

Allende el bosque, se oye el bailable y se ven faroles
Bamboleantes- sólo han quedado mujeres en el entarimado. El bofetón asestado a la rubia congregó a todo el mundo para regodearse con el lance.
Los rivales notaban en la boca un gusto de rabia y de sangre; ahora notan el gusto del vino.
Para liarse a golpes, es preciso estar solos, como para hacer el amor, pero siempre está de noche.

En el entarimado, los faroles de papel y las mujeres no están quietos con el aire fresco. La rubia, nerviosa, se sienta e intenta reír, pero se imagina un prado en que los dos contienden y  se desangran.
Les ha oído vocear más allá de la vegetación.
Melancólica, sobre el entarimado, una pareja de mujeres pasea en círculos; alguna que otra rodea a la rubia y se informan acerca de si en verdad le duele la cara.

Para liarse a golpes es preciso estar solos.
Entre los compañeros siempre hay alguno que charla y es objeto de bromas. Las porfía del vino ni siquiera es un desahogo: uno nota la rabia borboteando en el eructo y quemando el gaznate.
El rival, más sosegado, coge el vaso y lo apura sin interrupción, Ha trasegado un litro y acomote el segundo. El calor de la sangre, al igual que una estufa, seca pronto los vasos.
Los compañeros en derredor tienen rostros lívidos y oscilantes, las voces apenas se oyen.
Se busca el vaso y no está. Por esta noche –incluso venciendo- la rubia regresa sola a casa.

Del libro de poemas que me regalaste
te amo.

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